“… porque la única gente que
(En el camino)
(En el camino)
“¿No es cierto que se empieza la vida como un dulce niño que cree en todo lo que pasa bajo el techo de su padre? Luego llega el día de la decepción cuando uno se da cuenta de que es desgraciado y miserable pobre y está ciego y desnudo, y con rostro de fantasma dolorido y amargado camina temblando por la pesadilla de la vida.”
(En el camino)
“Quisiera preguntárselo todo, pero no puedo, no sé cómo hacerlo, qué es ese misterio de lo que quiero de ti, qué es el hombre o la mujer, el amor, qué quiero decir con amor; por qué debo insistir y preguntar, y por qué me voy y te dejo…”
(Los subterráneos)
“… viejo, vas a morir; cuando los pájaros se vuelven tristes, ésa es la señal…”
(Los subterráneos)
“¿No comprendes que esta mañana tengo el corazón hecho pedazos, y afuera todo es gris?” (Los subterráneos)
"Querrá sepultar la cara entre sus manos y llorar y gemir rogando una piedad que sabe que no existe — No solamente porque no la merece sino sencillamente porque de todos modos no existe — Porque levanta los ojos al cielo azul y no ve otra cosa que el espacio vacío haciéndole una mueca — Mira al mundo, éste le está sacando la lengua y cuando retira esa máscara el mundo le observa con grandes ojos vacíos y enrojecidos como sus propios ojos. " (Big Sur)
Uno se siente enfermo en el máximo sentido de la palabra, respirar sin creer en ello, enfermoenfermoenfermo, se queja el alma, uno se mira las manos como si estuvieran en llamas y no pudiera moverse sin hacer nada, se contempla el mundo con ojos muertos, hay en el rostro una expresión de incalculable desconsuelo…
(Big Sur)
Los escombros de toda aquella locura acumulada durante siglos crujían por toda la biblioteca, como si de alguna forma hubiera que llevar registro de la locura en el Viejo o en el Nuevo Mundo, al igual que mi propio armario, increíblemente abarrotado de miles de cartas, polvo, revistas, marcadores deportivos de la niñez. De esto me di cuenta al despertar de un sueño profundo la otra noche, chirriando sólo de pensar que eso mismo hago yo durante las horas que paso despierto: cargarme de esa chatarra que ni yo ni nadie querrá ni recordará jamás en el Cielo.
(Satori en París)

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